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miércoles, 1 de septiembre de 2010

Cuatro gotas

Estaba empezando a llover y yo allí, en la orilla, sin inmutarme frente las frías gotas que quizás anunciaban tormenta. No importa. Cuatro gotas no son nada. Cuatro gotas no alterarían la búsqueda de la evasión. Cuatro gotas no, pero si el estridente anuncio del estado del agua en cuatro idiomas distintos.
Más de cuatro pedaleos por el lateral del litoral me han acercado al punto de reunión de más de cuatro 'no del todo incómodos' asientos.
Buscaba un rincón donde pensar sin pensar, donde estar sola rodeada de gente, donde mirar sin ver nada, donde no me importen que caigan cuatro gotas.

Después de cuatro quebraderos de cabeza, más de cuatro líneas mal escritas y más de cuatro páginas leídas, era hora de ir a evadirse a otro rincón escondido en medio de la gente. 

Yendo más allá de cuatro pedaleos y cuatro pasos se descubren rincones nuevos por donde ya había pasado. Una pequeña tienda de coloridas hamacas colgantes; una farmacia con formulas magistrales, una plaza vigilada las veinticuatro horas por "El Gran Hermano"; un local con deseos de recuperar la magia de los auténticos caramelos artesanos; una caja de libros en medio d'En Gignàs con el cartel 'coge uno y trae otro'; entre más de cuatro rincones más por el camino. 
Sin buscarla conscientemente, acabé en la clandestinidad en el momento justo. Necesitaba un parón para ordenar las más de cuatro ideas que me rondaban y las más de cuatro líneas pronto ininteligibles que portaba.

Y aquí me encuentro, poniendo fin a justo cuatro horas de evasión en paseo papel en mano, tomando un té moruno, para no variar que dirían algunos, y con el diseño de una lámpara paraguas entre manos. Mejor acabe ya de desvariar...

"Paseando el tiempo se descubre, que todos los caminos van a Roma y que cuatro gotas solo duran diez minutos"



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